Monday, July 13, 2020

Dios sabe, cómo, cuándo y dónde!

¡Hermana en Cristo!

Reciban la gracia, misericordia, paz de Dios Padre de Cristo y de Jesús nuestro Señor.

Usted me comparte: Dios mismo llevo a mí esposo que leyera los consejos que usted me daba a través de las cartas que me escribía. Tiene permiso para publicarlo.

El cambio de mi esposo es evidencia que algo estaba pasando en su vida. Pero la verdad no sabía que estaba pasando, usted sabe que él me acusaba de tener otra persona o que le estaba haciendo brujería. Por eso él me decía que buscó incansablemente quien era la persona con la que yo pasaba horas hablando. Y por eso él encontró sus cartas, su primer instinto fue escribirle. Como él me cuenta ahora, él estaba sumergido en la maldad. Él me cuenta que esa noche que él encontró las cartas y leyó dos de ellas, fue una noche muy difícil para él, porque, aunque le había contestado a usted haciéndose pasar por mí, él me decía que algo dentro de él le decía, que no era correcto. Por primera vez en muchos años se sentía cómo cuando mi suegra le miraba y con su mirada le hacía ver su error.

Él me cuenta que su prudencia lo cautivó, no contestó esa carta, esperaba cada día llegar a casa y encontrarse la confrontación conmigo enojada por lo que había hecho. Por más de dos semanas espero, y no había respuesta. Fue cuando volvió abrir las cartas que usted me enviaba y miro que había dos de usted y usted no menciona nada de él. Él dice que sentía envidia de la amistad que había entre usted y yo.

Él dice que cuando empezó a leer todo lo que usted me escribía y cómo me enseñaba, mis errores a través de la luz de la Palabra se sorprendía. La verdad se sentía cautivado por el amor al pecador que usted expresaba, él no conocía que existía ese Amor. Cada vez que yo le decía a usted, tiró la toalla? usted me decía no olvides que Dios lo ama y que a pesar que sus ojos fueron cautivo por el pecado de adulterio, Jesús es la luz que lo alumbra y lo va traer de regreso a su hogar, no deje que su lámpara se apague. Sea como las vírgenes precavidas. (Mateo 25, 1-13)

Aunque le parezca sorprendente la conversión de mi esposo fue a través de sus cartas. Y esas cartas lo hizo tomar la decisión de dejar el adulterio. Hoy entiendo que sus mensajes, era el mismo Dios que los enviaba. Él sabía que nunca deje de amarlo. Y él me lo dice que nunca dejó de amarme, que lo que tenía era un vicio callejero que traía de su cultura machista, era como las vírgenes descuidadas. Él me dice lo que hacía era reclamarme a mí, su propio pecado, me culpaba sin darse cuenta de que todo era su culpa. Él me dice que es fácil culpar a otros de nuestra maldad, cuando estás sumergido en ella.

Él ahora me dice la otra, es sencillamente una víctima de la maldad, es una víctima directa al matadero por la maldad. Él me cuenta que ahora entiende que pasaba aquí en la casa, porque peleábamos tanto, por estar él en la calle, esto hacía nula su autoridad en nuestro hogar y por mucho años tiró toda la carga sobre mí, sin darse de cuenta que yo también tenía necesidad de que él me apoyará, hoy él reconoce que era un egoísta.

Él ahora ha tenido el tiempo para hablar con algunos de sus amigos de la vida descontrolada que llevaba y se lo han dicho, no son felices y él se sorprende porque nunca hablaron de eso, todo era una gran fiesta, se vive una apariencia donde todos asumen y presumen lo mismo.

 El hombre nació para la calle y la mujer para la casa. Un gran error que hoy él entiende, es la dureza del corazón del hombre por ese tipo de influencia equivocada y al mismo tiempo endurece el de su esposa por el maltrato. Hoy ya estamos trabajando en la Iglesia y ayudando a otras familias, el sacerdote nos apoya y hasta ha leído sus cartas.


Gracias por todo su apoyo incondicional. 

Mi respuesta:


Todo mi agradecimiento a Dios por haber tocado el corazón de su esposo. Y ahora puedan juntos ver la gracia de Dios en sus vidas. Quiero que sepa que no me ofendió entiendo de dónde vienen los ataques del necio. (Proverbios 26, 4).

El fin de nuestra predicación es el amor que procede de una mente limpia, de una conciencia recta y de una fe sincera. (1 Timoteo 5, 5).

Cuando un hombre toma la decisión, como su esposo de huir del pecado, lo que sucede es algo maravilloso. Todo el cautiverio que había en su vida ahora se vuelve limpieza en un hogar que resplandece por la luz de Cristo. Es exactamente como la luz perpetua del Sagrario en su hogar.


María Sosa (Ministerio Mujer Levántate).


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