Desde la cuna hasta la tumba, nosotros tantos hombres como mujeres, pasamos un camino de transformación, que de por sí, es nuestro llamado a conversión. La conversión es, es el cambio de un estado pecaminoso a uno de santidad, de un comportamiento de corrupción a uno de pureza, de un sometimiento a Satanás al dominio de Dios. Supone una profunda convicción de pecado, el arrepentimiento, la confesión de Jesús como Señor y la recepción del Espíritu Santo. Lleva a una vida nueva, al servicio a Dios y a la esperanza de la manifestación de Cristo. En la palabra de Dios, existen leyes espirituales que no deben ser violadas, tal cual, no podemos violar leyes de tránsito, por ejemplo, pues sufriremos consecuencias. De esta misma manera opera las leyes Espirituales en nuestras vidas.
En la actualidad, es fácil conseguir hombres que han perdido la autoridad como cabeza de su hogar, como consecuencia del pecado. También vemos casos en donde el hombre por desconocimiento o complacencia delega esta autoridad en la mujer. La mayoría de los problemas en el matrimonio radica en esta falta tanto en hombre como en las mujeres.
Pablo escribe a los efesios, que el esposo debe amar a la mujer como ama a su propio cuerpo. Incluso dice: ¿Quién puede odiar a su propio cuerpo? Para denotar lo importante y amplio del significado del amor del esposo a la esposa: La cuida, la alimenta, lo cubre, lo ejercita, lo protege, lo Guía etc.… El cuerpo es templo del Espíritu Santo, si el hombre descuida su cuerpo, maldiciendo con pecado, entonces difícilmente podrá amar y suplir a su esposa, al suceder o quebrantarse esta ley, el hombre habrá perdido toda autoridad en su hogar.
Hombre que, debido a la lujuria, comienzan a alimentar su mente y su cuerpo de este pecado, por ejemplo, comenzaran a odiar inconscientemente a la mujer, o a sentir rechazo, o a degradarla, por el simple hecho de que pierde el amor dentro del, y este será incapaz de darlo. Es como, tener una ropa blanca, tirarla al barro, tomarla y tratar de vestirnos con ella, lo primero es que se nos hará incómodo, sucio, desagradable, olerá mal, nos veremos mal…de esta misma manera, sin saber, el hombre se siente en su interior, por ende, de esta misma manera comenzará a tratar a su esposa.
La autoridad del esposo queda limitada por su propia sujeción a Dios y a Cristo. En otras palabras, no está autorizado a exigir que su esposa quebrante las leyes divinas o que pase por alto su conciencia educada por la Biblia. Dentro de estos límites, sin embargo, Dios le ha otorgado la responsabilidad de tomar las decisiones importantes de la familia (Romanos 7, 2, 1 Corintios 11, 3).
Cuando la mujer toma la autoridad del hombre, el hogar se vuelve hostil, se pierde el respeto (el respeto es el mandato de Dios de esposas para esposos). La mayoría de estos hombres son manejados al antojo de caprichos, no tienen poder de decisión, se vuelve perezoso para las tareas con los hijos, pueden llegar a anular su papel de proveedor en el hogar, en pocas palabras, dejan que la mujer haga y deshaga con toda la tarea de Mayordomo, que se le fue otorgada por Dios en una relación matrimonial.
Consecuencias también de esto, está en que la mujer recibe toda la carga, y mientras el enemigo la engaña, “dándole un poder de dominio”, luego de un tiempo, pierde el descanso, apoyo, hombro, sostén, dirección etc. de su esposo, llegando a provocar serios caos dentro de la relación. Y así, el varón va siendo reducido básicamente a nada, sin voz ni voto manipulado por la propia mujer y esto distorsiona los conceptos de autoridad en el hogar y en la mente de los hijos y de las hijas. El matriarcado es una forma inadecuada de llevar las cosas.
Esto no significa que la mujer no tenga que llevar un liderazgo, por supuesto que debe ejercerlo, pero sin quitarle el papel de jefe en el hogar al hombre, (y esa palabra “jefe” espero que se entienda maduramente, no se trata de que el hombre está al frente de un ejército de soldados, sino más bien de una cabeza en el hogar).
Frases comunes en hombres que han perdido la autoridad:
“Es que no me obedece”, “es que no hace caso a las indicaciones que le dejo”, “siempre hace lo que ella quiere”. (dejó entrar el matriarcado).
Ella me desautoriza con mis hijos, en todo lo consienten (Madres sobreprotectoras).
“Mi mujer resuelve absolutamente todo, yo no tengo para qué involucrarme en el hogar”. (Entró la pereza del trabajo del hombre como jefe del hogar).
La mujer es la que dirige el hogar. (Perdió el mayordomo de su propia familia).
Mi mujer todo me lo tolera. (ha entrado la cobardía, la violencia y el desorden). Pues si bien estamos llamadas a ser sumisa al hombre, las Sagradas Escrituras nos enseñan en 1 de Corintios 7, que “a paz nos llamó Dios”. No nos llamó a tener que soportar eternamente a un ogro que golpea, que abusa, que se emborracha y que es un pésimo ejemplo para los hijos, o que incluso abusa de los propios hijos, que les quita el dinero, que los disminuye, que crea hijos inseguros, etc. Repito: no hay virtud en eso.
Tal vez pueda ser un poco duro lo que voy a decir, pero el hombre que ha cedido o ha perdido la autoridad, normalmente es como un bufón dentro y fuera de casa. Pierde el norte de su vida, es mentiroso y poco confiable, no prospera, es fácilmente engañado, es hostil y falta de respeto, entre otras cosas. Es por ello, la importancia que hombre y mujeres se instruyan sobre estos roles de esposos, para que no tengan puertas abiertas al enemigo que solo vino a destruir.
Así que el Sacerdote debe ser intachable, esposo de una sola mujer, moderado, sensato, respetable, hospitalario, capaz de enseñar; no debe ser borracho ni pendenciero, ni amigo del dinero, sino amable y apacible. (1 Timoteo 3 2-3).
Una mujer protegida, respaldada, guiada, amada…es una mujer mucho más fuerte y decidida a ser la ayuda idónea de su esposo. Será una mujer más atractiva, apasionada, calmada …y por todas estas bendiciones el hombre se sentirá amado, respetado, valorado.
Varón Levántate y toma tu autoridad junto con Cristo Jesús Amén
Saludos y Oraciones
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