Usted me comparte: Estoy muy herida y amargada. Sólo estamos
juntos por los hijos, no nos soportamos, y bueno por motivos económicos,
seguimos viviendo juntos. Aunque vivimos una vida social juntos, vamos a Misa,
cada domingo y después a un paseo con los hijos. Me siento amargada, porque sé
que vivo una hipocresía delante de Dios.
Si se enojan, no pequen; que le enojo no les dure todo el
día no le den oportunidad al diablo. Alejen de ustedes la amargura, las
pasiones, los enojos, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. (Efesios
4, 26 y 31).
Eucaristía, Presencia Real de Jesucristo, de su Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad.
El adulterio no es un pecado venial. El problema del
sacrilegio eucarístico se plantea muchas veces como algo en relación con una
conducta personal y familiar hacia los pobres, pensar así es un grave error. El
peligro está en recibir la Eucaristía en situación de pecado grave como es, por
ejemplo; estando en una unión adúltera sin arrepentimiento y sin propósito de enmienda.
(1 Corintios 11, 17-34).
Y mire usted está también recibiendo la Eucaristía, con
resentimiento y eso hace, que el diablo tome más fuerza, y se lo regresa con
más sufrimiento a su vida. Una herida se vuelve un resentimiento, cuando no se
resuelve. Y un resentimiento, cuando no se resuelve se vuelve una amargura.
Usted tiene que examinar su conducta. Y entender que sólo Dios puede convencer
a su esposo de su error de su pecado. La situación está que una persona con
autoridad le dio un consejo equivocado, sobre el estado que tiene que estar una
persona para recibir la Eucaristía. No es enseñanza Católica. No es si doy de
comer a los pobres, y hago obras de caridad y aparentó ser él mejor esposo y
padre delante de la sociedad. Frente los ojos de Dios eso es hipocresía. (Mateo
23, 1-39).
Mientras leo su mensaje me viene a mi mente una mujer en la
Biblia, Noemí en libro de Rut. Noemí ella misma se cambia su nombre y culpa a
Dios de su amargura. (Rut 1, 19-22). "Mara, significa en hebreo, amarga.
Ella misma eligió describir su vida basada en ese nombre amarga.
Noemí nos da varias pistas que pasa en su vida. La
afirmación de ella puede parecer exagerada cuando afirma: partí llena de bienes
y el Señor me trae vacía. ¿No fue acaso el hombre que le obligó a dejar su casa?
(Rut 1, 1-5).
Dios en su infinito amor nos llena de su gracia a través de
nuestro matrimonio con un enriquecimiento de amor y favor. Pero, escogemos
vivir en un mundo lejos de Dios. Y creemos que todo está en ir a Misa los
domingos. Jesús fue claro, en su mensaje él dijo que él era la luz, y qué él
venía por los cautivos. Dios siempre ha buscado al hombre para tener una
relación con él.
Dios los ama a ustedes y los ha escogido para que
pertenezcan al pueblo santo. Revístanse de sentimientos de compasión, bondad,
humildad, mansedumbre y paciencia. Así como el Señor los perdonó, perdonen
también ustedes. (Colosenses 3, 12-17).
Alejen de ustedes la amargura, las pasiones, los enojos, los
gritos, los insultos y toda clase de maldad. (Efesios 4, 31).
Ante todo, VIGILA tu corazón, porque en él está la fuente de
la vida. (Proverbios 4, 23 - 26).
Esta palabra nos hace una exhortación a la vigilar nuestro
corazón.
Nosotros no debemos de dejar que la amargura, ni siquiera,
llegue hacer una raíz de amargura. La situación en que estamos viviendo, no
puede dictar, porque contamina toda nuestra vida y todos los que están a
nuestro alrededor en nuestra vida. No permitas que entre en tu vida ninguna
raíz de amargura porque entrando va a germinar una planta que va a contaminar a
muchas personas más. El mejor herbicida es la Sangre de Cristo, limpiar y
perdonar.
Se pierde el gozo, no hay alegría en el rostro, porque el
corazón endureció. La raíz del orgullo domina y la amargura va matando día a
día el sentimiento de luchar por una reconciliación con Dios. (2 Corintios 7,
10).
Cualquiera de nosotros nos podemos dejar llevar por un
espíritu de amargura, si no tenemos cuidado y no vigilamos nuestro corazón. La
raíz de la amargura puede crecer de manera sutil en nuestro corazón, mucho
antes de que el fruto de la misma suba a la superficie. La ira no resuelta, una
actitud implacable, el resentimiento, los celos, y la decepción continúa, son
sólo alguno de las luchas de la vida que nos hacen sumergirnos en la amargura.
Hay un remedio para tu espíritu amargo, que es el bálsamo curativo la palabra
de Dios. (Proverbio 30, 5).
Cuando la amargura intenta apoderarse de nuestro corazón,
tenemos que regresar a nuestro Señor. Y recordar que el venció en la Cruz. El
Señor nos ha prometido que nunca nos dejaría, el nunca prometió que la vida
sería fácil.
Muchas veces la vida no parece justa y estamos tentados a
entregarnos a la amargura. Las pruebas y dificultades pasarán, pero la gracia
de Dios será en abundancia para los que se inclinan y confían en él, en los
momentos difíciles de su vida.
La amargura nunca será buena para nadie, especialmente para
los que están en la fe. Dar rienda suelta a nuestro corazón a la amargura
significa que nos hemos resistido a la inspiración del Espíritu Santo. El Señor
nos revela el pecado de amargura en nuestro corazón y nos llama a buscar su
sanación que es el perdón.
Una vez que reconocemos que la amargura se apoderado de nuestros
corazones tenemos que confesar. La amargura es el resultado de la ira no resuelta.
Podríamos estar enojado con Dios, con nosotros mismo, o con otros. La ira que
no se trata puede convertirse fácilmente en una raíz amarga peligrosa en nuestro
corazón. Tenemos que ser honestos con nosotros mismo, cuando estamos enojados
para orar pidiéndole al Señor por fortaleza.
Hay que pedirle al Espíritu Santo por discernimiento,
revelación y a través de su ayuda podemos tener una idea de la razón del brote
de amargura. Y cómo tratar con esto, o de dónde viene la raíz de la amargura.
Puede ser algo que viene de nuestra niñez, que fue activado dentro de nuestro
hogar, por medio de unos de nuestros padres y que, al empezar a surgir la
infidelidad del esposo, brota la raíz de amargura.
El problema es que mantener amargura en el corazón hacia los
demás, tiende a conducirnos al final por el camino de la amargura. El Señor
instruyó a su pueblo a perdonar, no sólo cuando les da la gana, pero por
obediencia a él. Cuando se pone condiciones para perdonar eso no viene de Dios.
Perdonamos como hemos sido perdonados inmediatamente. El perdón no elimina las
consecuencias, sino que nos libera de la carga de amargura. (Efesios 4, 31).
Sólo hay una manera de lidiar con la amargura y es
deshacerse de ella, como deshacerse de la basura. Retener la amargura tiene el
mismo efecto, que retener la basura que da mal olor dentro de la casa, se
infiltran como un olor descompuesto en todas las áreas de tu vida. Al igual que
con la basura, podemos llegar estar acostumbrados al olor sin verlo. Sin
embargo, cualquiera persona que visite tu casa lo sabrá. Confiese y
arrepiéntase de la amargura en su corazón para que el Señor te pueda llevar a
un mejor lugar para conocerlo. (Efesios 3, 17-19).
No importa cuál sea la situación que llevó a la amargura el
amor de Dios puede sanar su corazón y mente para que puedan ser libre al
conocer y recordar y reflexionar en el amor de Cristo para usted. No pierda su
tiempo, mire su vida a través del amor de Cristo y su presencia y su paz la
cubrirá.
En el bosque de la amargura, nos olvidamos de cuanto somos
amado. Este amor de Dios no sólo envió a su Hijo a morir por ti, sino que
también quiere lo mejor para ti en esta vida y para todas sus generaciones. (Juan
3, 16) -(Proverbios 14, 10).
Cada uno de nosotros tiene una opción para convertirse en
una persona alegre o amargada en nuestra vida. La alegría es que Dios nos ama,
perdona, y hace un camino para su pueblo escapar de la amargura. Ese espíritu
de amargura vive en una vida desperdiciada y sobrecargada. Fuimos creados para
más. Hemos nacido de nuevo para conquistar el mundo. Satanás está derrotado, y
la carne a través de la gracia de Dios. (Gálatas 5, 13-25).
La palabra de Dios es medicina para todo nuestro cuerpo.
Será medicina para tu cuerpo y refrigerio para tus huesos. (Proverbios 3, 8).
Sé libre hoy de toda raíz amargura en el nombre de Jesús.
María Sosa (Ministerio Mujer Levántate).
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