No nos tomes en cuenta los pecados de ayer; ¡venga pronto tu misericordia a nuestro encuentro, porque estamos totalmente abatidos! (Salmos 79,8)
Todos necesitamos un hospital, porque estamos enfermos,
unos más que otros; pero algunos y por obra de Dios, aun dolientes, se nos
manda a levantarnos y dejar la cama libre para otros. Los que se aferran a
permanecer en cama, son egoístas, no entienden el mensaje, son aquellos que
solo ven el dolor que les han causado, pero son incapaces de ver el dolor que
ellos causan a otros. Peor aún incapaces de percibir aquellos nuevos pacientes
que necesitan ser atendidos, HOY necesitas levantarte y dejar la cama para que
otros puedan descansar y ser sanados. Cuando se logra ver esto, asimilarlo
entonces, te levantas aun y en tu dolencia, pero algo más recuperado, ayudar a
otros, entenderás entonces que es el verdadero amor y te abras convertido en un
VASO DE MISERICORDIA. (Le comentaba hoy a una amiga)
Mi proceso comenzó hace aproximadamente 13 años, han sido
tiempos duros, para ser sincera aun lo siguen siendo. Deje de lamentarme o ha
hacerlo menos frecuente, cuando realmente entendí que: Dios jamás dijo que
sería fácil, lo contrario me mostró la Cruz de su amado hijo, pero lo que me ha
sostenido es que, aunque estuviera en las sombras su luz siempre estaría conmigo,
que su amor me levantaría cada vez que me cayera.
Entendí que hay dos caminos a seguir: uno cuando has
sido herido y mortalmente maltratado, ser aquel paciente que llega al hospital a
recuperarse, para luego usar su dolor y entender el dolor del otro para
ayudarlo, o el segundo camino, quedarse en cama para siempre impidiendo que
otros puedan ser sanados y peor aún, causar heridas en otros, debido a las
heridas propias.
Que nos hace pensar que, si en nuestro abatimiento suplicamos
para que la misericordia de Dios nos alcance pronto, ¿otros en nuestro lugar no
lo necesitaran también? Incluso aquel que es el causante de tu abatimiento. La
verdad, es debido a la principal meta y mentira del enemigo de Dios, la división.
A poco tiempo de mi proceso, comencé a escribir y sostener a
mucha gente, para mí era una necesidad básica, en ese momento no entendía, solo
lo hacia pues mi alma misma comenzaba a sentir alivio. Fui muy criticada,
incluso hubo personas que me exigían un testimonio, pues me imagino, que se
preguntaban cómo era posible que yo escribiera trayendo tanta sanación, apoyo,
ánimo, exhortación si aún me encontraba en una prueba terrible. Para serles
sincera, yo misma no lo entendía, tampoco entendía lo que muchas veces
escribía, es decir, ¿me preguntaba de dónde salió esto? Poco a poco comencé a
notar, que después de una noche oscura, la luz llegaba tal cual, palpable en mi
vida, me levantaba con una renovación y una certeza de las cosas, y lo primero
que quería hacer, era compartirlo.
Les cuento parte de mi historia,
pues creo que son tiempos de destapar nuestras heridas, ninguna herida sana si
no es descubierta, son tiempos de ser sinceros, de llorarlas, de dejar que Dios
sople sobre ellas, de permitirnos entrar en ese hospital donde el director es
el mismo Jesús. Si, de ocupar esa cama, de dejar la vergüenza y el fingimiento
de que TODO ESTÁ BIEN, dejar ese putrefacto pensamiento que, si abrimos a
nuestras heridas, seremos vistos como personas débiles. Dejemos de ser siempre
los fuertes o de fingirlo, se los digo por experiencia. Por mucho tiempo me
levanté sin reconocer que estaba rota solo para mostrar que era fuerte, pues
obvio si tenía a Dios en mi corazón, no había cabida para el cansancio o el
dolor. Muchas personas que de alguna manera conocían mi historia, me
preguntaban Cómo puedes? ¿Como lo haces? Etc. Esto me llenaba de más deseo de
seguir colocando paredes y paredes, un día no pude más, me desplome, entonces
Dios me dijo: Te quiero tal cual eres, así de rota, así de imperfecta, te ame
desde antes de tus heridas, mucho antes de tur aciertos y desaciertos, soy tu
Padre.
Cuando comenzó esto de la cuarentena,
las noticias sobre lo peligros del virus, pérdidas de empleo, escasez y todas
estas noticias aterradoras…Me asusto, entre en pánico, para que voy a negarlo,
soy tan frágil como cualquiera de ustedes. Recuerdo que necesite 2 días en
silencio para procesar, me decía a mí misma: Dios mío, muchos venimos de
luchas y batallas, ahora se desata la GUERRA. Meditaba, que en el último día
del año 2019, nadie se imaginó la magnitud de esta prueba, teníamos en nuestro corazón
que el 2020 sería el GRAN año etc etc… Entonces Dios comenzó a susurrarme en el
corazón: Recuerda que, todo lo que permito siempre obrará para vuestro bien,
entonces a pesar de todo será un gran año. Es hora de que aquellos que han
recibido mi amor, puedan ser vasos llenos de misericordia que sanan a otros.
Ahora es cuando todo lo que pasamos en esas luchas y batallas, sea dado a otros
como herramientas. Es hora de que tu entereza despierte en otros una inquietud,
entonces TÚ tal cual eres, con el amor y misericordia le des la cama, para que
ellos puedan ser sanado. Pues este mundo más que un lavado de manos, necesita
un lavado del alma y corazón.
Quiero regalarles esta bendición escrita
en el Salmos 103 13-14
Tan compasivo es el Señor con los que le temen, como lo
es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro.
Aprovecha estos tiempos, para amar, para sacar todo lo que llevas dentro, para llorar, para acercarte a Dios tal cual eres, no fijas, ni te avergüences. No juzgues a nadie, recuerda que ellos también fueron heridos, proponte a ser libre a pesar de la cuarentena, a confiar aun en la escasez, a amar lo que es difícil de amar, a dar la mano a quien más lo necesite, proponte hacerte un vaso de misericordia para otros. Un día a la vez, se que no es fácil porque estoy viviendo lo mismo que tú, pero si de algo te sirve, hacer algo pequeño en el nombre de nuestro padre, me ha hecho bien. Me ha hecho bien reconocer: ¡QUE ESTA BIEN QUE NO ESTÉS BIEN!
Saludos y mi oración.
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